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Nombre Patología:
Sepsis
Descripcion:
Sepsis
 
La sepsis es una respuesta inflamatoria del organismo ante una infección grave, que puede llegar a ser mortal si no se trata a tiempo y de forma adecuada. Conoce los síntomas para combatirla con rapidez.
Escrito por Miguel Vacas, Residente de Medicina Interna del Hospital Universitario Príncipe de Asturias

¿Qué es la sepsis?

La sepsis consiste en una respuesta inflamatoria del cuerpo humano que actúa como un mecanismo de defensa ante una infección grave, generalmente producida por bacterias, aunque también puede estar desencadenada por otros microorganismos como hongos, virus o parásitos. Esta reacción exagerada del sistema inmune es realmente grave y puede llegar a causar la muerte en aproximadamente uno de cada tres casos, ya que impide que la sangre realice sus funciones con normalidad, pudiendo formarse coágulos de pequeño tamaño que interrumpen el flujo sanguíneo a órganos vitales.

 

Para poder comprender mejor en qué consiste es necesario definir algunas formas en que se manifiesta la sepsis, que ordenadas de menor a mayor gravedad, son:

  • Bacteriemia: presencia de bacterias en la sangre. Hablamos de viremia, fungemia o parasitemia para referirnos a virus, hongos y parásitos respectivamente. La bacteriemia no es en sí una manifestación de la sepsis, pero sí es un requisito necesario para que ésta ocurra. Sin bacteriemia no hay sepsis.
  • Síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS): es una inflamación generalizada, producida por una infección (microorganismo patógeno) o por otros procesos (pancreatitis, traumatismos, hemorragias, etcétera) que se reconoce por la presencia de dos o más de los siguientes fenómenos:Sepsis grave: asocia, además de lo descrito anteriormente, datos que indican una disminución de la circulación sanguínea en algunas regiones del cuerpo como, por ejemplo, la presencia de una tensión arterial baja o una disminución de la cantidad de orina expulsada. Una sepsis grave conlleva un riesgo de mortalidad elevado.
    • Fiebre (temperatura corporal mayor de 38ºC) o hipotermia (temperatura menor de 36ºC).
    • Frecuencia cardíaca mayor de 90 latidos por minuto.
    • Frecuencia respiratoria mayor de 24 respiraciones por minuto o cantidad de dióxido de carbono en sangre baja (esto ocurre cuando la respiración es más acelerada de lo normal, por lo que se elimina más rápidamente el dióxido de carbono).
    • Leucocitosis (es decir, más de 12.000 glóbulos blancos por microlitro de sangre), leucopenia (menos de 4.000 glóbulos blancos por microlitro de sangre), o lo que se conoce en términos médicos como ‘desviación izquierda’ (es decir, presencia en la sangre de más de un 10% de glóbulos blancos inmaduros, cuando lo normal es que este porcentaje sea menor).
  • Shock séptico: sepsis grave con tensión arterial baja que persiste a pesar de la administración de sueros intravenosos (que deberían contribuir a aumentar ésta), por lo que es necesario administrar fármacos intravenosos con el objetivo de conseguir una elevación de la tensión arterial.

Epidemiología de la sepsis

A nivel mundial se producen en torno a 18 millones de casos de sepsis cada año. La incidencia de sepsis grave varía según los estudios y la población estudiada, pero aproximadamente es de 2-3 casos por cada 1.000 habitantes, y se da en dos de cada 100 pacientes ingresados en un hospital. Es especialmente frecuente en las Unidades de Cuidados Intensivos, donde aproximadamente el 40% de los pacientes desarrollan una sepsis, de mayor o menor gravedad.

Se trata pues de un fenómeno cada vez más común, sin embargo, la mortalidad se ha reducido debido a la mejora de los cuidados y a la existencia de antibióticos cada vez más potentes para tratarlas. Aún así, cada día mueren por una sepsis unas 1.500 personas en todo el mundo.

 

Causas de la sepsis

Los microorganismos que causan la sepsis suelen llegar a la circulación sanguínea a partir de un foco de infección (vía urinaria, vía respiratoria, acúmulos de pus, tejidos infectados…). En otras ocasiones, pueden proceder de la propia flora del paciente (microorganismos que habitan habitualmente en zonas del cuerpo como la garganta o la piel), o pueden ser inyectados en la sangre directamente desde el exterior (transfusiones sanguíneas contaminadas, utilización de jeringuillas en pacientes adictos a drogas…).

Otras muchas veces no se llega a conocer cuál es la vía de entrada. Que el microorganismo produzca o no sepsis depende de muchos factores, entre los que se encuentran, por ejemplo, la agresividad del agente infeccioso, la cantidad de microorganismos que han invadido al huésped (ser humano infectado) o el estado más o menos debilitado del sistema inmune de éste (de ahí que las personas mayores, los bebés y los pacientes con las defensas débiles tengas más probabilidades de sufrir una sepsis).

Los microorganismos que más frecuentemente producen una sepsis son las bacterias, siendo menos habituales las sepsis producidas por virus, hongos y parásitos. Dentro de las bacterias, y aunque ha habido variaciones a lo largo de los años, las principales causantes de sepsis son las llamadas bacterias gramnegativas (se llaman así porque se tiñen de una forma determinada en el laboratorio debido a su estructura), mientras que las grampositivas producen sepsis con menos frecuencia. Las primeras provocan además un mayor número de complicaciones, ya que es más frecuente que lleguen a producir shock séptico.

 

Síntomas de la sepsis

 

Cuando se produce una sepsis se pueden ver dañados la gran mayoría de los órganos del cuerpo, por lo que la clínica es muy variada. Pueden aparecer, entre otros muchos, los siguientes síntomas de sepsis:

 
  • Fiebre: es un síntoma muy frecuente, pero en algunas ocasiones puede no estar presente o incluso existir hipotermia.
  • Síntomas cardiológicos: entre otras manifestaciones es frecuente que disminuya la cantidad de sangre bombeada por el corazón, lo que produce una disminución del aporte sanguíneo a los diferentes órganos, con los graves riesgos que ello conlleva. Para intentar compensar esta situación el corazón late más deprisa para bombear más sangre, produciéndose taquicardia (más de 100 latidos por minuto).
  • Síntomas neurológicos: no es raro, sobre todo en pacientes ancianos, que aparezca confusión, agitación, o disminución del nivel de conciencia.
  • Síntomas hematológicos: dado que la sepsis es consecuencia de una infección por un microorganismo, lo normal es que haya un aumento de los glóbulos blancos en la sangre (ante cualquier infección, se produce un aumento de los glóbulos blancos, que tienen una función defensiva). Si su número está disminuido, indica mal pronóstico. También es frecuente que haya una reducción del número de plaquetas y alteraciones en la coagulación sanguínea, produciéndose sangrados o formándose trombos, que aumentan el riesgo de complicaciones.
  • Síntomas endocrinos: puede haber un aumento de la glucosa en sangre, u otras afectaciones hormonales, como consecuencia de la respuesta inflamatoria que se desencadena por la infección.
  • Síntomas renales: en la sepsis el riñón también se va a ver afectado. Al disminuir la cantidad de sangre que llega al riñón bombeada por el corazón, éste disminuye su función y, por tanto, disminuye la cantidad de orina que se forma. En términos médicos, esto se conoce como oliguria.
  • Síntomas digestivos: es frecuente que en la sepsis se produzca daño en el hígado, produciéndose elevación de las enzimas hepáticas. También se puede producir ictericia (por acumulación de bilirrubina), lo que produce una coloración amarillenta de la piel.
  • Manifestaciones cutáneas: son muy variadas, produciéndose desde frialdad en la piel hasta erupciones cutáneas o lesiones hemorrágicas.
 
 

Diagnóstico de la sepsis

 

Para realizar el diagnóstico de la sepsis se requiere la suma de datos clínicos (conjunto de síntomas que presenta el paciente y conjunto de signos que ve el médico) y analíticos (alteraciones en las pruebas de laboratorio que se realizan). Es importante dejar claro que no existe ninguna prueba analítica concreta que permita su diagnóstico definitivo.

 

Si se sospecha que un paciente está séptico (sufriendo una sepsis) es necesario, antes de iniciar el tratamiento con antibióticos, extraerle muestras de sangre, de orina, o de donde se sospeche que esté el foco infeccioso para tinción y cultivo o, lo que es lo mismo, se extraen muestras del paciente para posteriormente analizarlas al microscopio y para cultivarlas en los medios adecuados en el laboratorio, comprobando así si crece algún microorganismo, que será probablemente el responsable de la sepsis.

Un parámetro de laboratorio útil para orientar el diagnóstico de la sepsis es la elevación en sangre del ácido láctico. Este método es especialmente utilizado en los servicios de Urgencias por su rapidez.

En el caso de los hemocultivos, para realizar la extracción de sangre es importante desinfectar previamente la zona de piel donde se va a pinchar al paciente, ya que si no se corre el riesgo de que en el cultivo crezcan microorganismos que habitan la piel y que no son los verdaderos responsables de la sepsis. Además, las muestras de sangre se deben extraer de, al menos, dos lugares diferentes del cuerpo, aumentándose así la probabilidad de éxito de la prueba. Es importante saber que aunque un hemocultivo sea negativo, es decir, no se vea crecimiento de ningún germen, no significa que el paciente no esté séptico. Puede haber sepsis con hemocultivos negativos. 

 

Tratamiento de la sepsis

La sepsis es una enfermedad grave, potencialmente mortal, por lo que es importante tratarla cuanto antes y mantener al paciente muy vigilado. No obstante, hay que remarcar que, al igual que ocurre con el diagnóstico, no existe ningún fármaco concreto para tratarla, siendo necesario un manejo global del paciente.

 

Es muy importante iniciar el tratamiento de la sepsis lo antes posible, pues así se aumentan las posibilidades de supervivencia. Podemos dividir éste en cuatro acciones:

  • Monitorización: es decir, registro continuado en el tiempo de las constantes vitales del paciente (tensión arterial, frecuencia cardíaca, cantidad de oxígeno en sangre, frecuencia respiratoria) para mantener a éste lo más vigilado posible.
  • Tratamiento de soporte: es fundamental conseguir que el paciente mantenga unos valores adecuados de tensión arterial. Para ello se utilizan sueros intravenosos que, al aumentar el volumen sanguíneo, permiten aumentar la presión arterial. Si con los sueros no es suficiente y el paciente sigue teniendo bajas tensiones se pueden utilizar fármacos vasoconstrictores, que contraen los vasos sanguíneos con el objetivo de intentar aumentar la tensión arterial. Si a pesar de utilizar fármacos no se consigue aumentar ésta el pronóstico del paciente es peor y aumenta el riesgo de muerte.

    Por otro lado hay que aportar oxígeno con oxigenoterapia si los niveles en sangre son bajos (llegando a ser necesario en los casos más graves utilizar sistemas de ventilación mecánica, es decir, sistemas de respiración artificial).

    Igualmente, es importante mantener los niveles de glucosa en sangre lo más controlados posible, disminuyendo así el riesgo de mortalidad.
  • Tratamiento de la causa: dado que la sepsis está producida por una infección es fundamental tratarla. Dependiendo del origen del foco infeccioso se pueden realizar diferentes maniobras como drenar los acúmulos de pus, eliminar tejidos necróticos, desobstruir la vía urinaria, etcétera.

    Otras muchas veces no se conoce el origen de la sepsis, por lo que se inicia el tratamiento con antibióticos ‘a ciegas’ intentando tratar todos los gérmenes que se suponen responsables de la infección.

    Es necesario iniciar tratamiento antibiótico por vía intravenosa lo más rápidamente posible y a dosis altas, después de haber sacado las muestras para los cultivos apropiados (como se detalla en el apartado de diagnóstico). La elección de los antibióticos que se utilizan va a depender de dónde se sospeche que provenga el foco que está originando la sepsis, es decir, si se sospecha que la sepsis es de origen pulmonar se tratarán unos microorganismos determinados, mientras que si se sospecha que es de origen abdominal o urinario, se tratarán otros. En muchas ocasiones no se sabe cuál es el foco que está originando la sepsis, por lo que se utilizan antibióticos de amplio espectro, es decir, antibióticos eficaces contra una amplia variedad de microorganismos, cubriéndose de esa forma diferentes focos infecciosos posibles. Es importante evitar el uso de un exceso de antibióticos ya que, aunque suene contradictorio, una sobredosis de éstos favorece la aparición de nuevas infecciones.

    Finalmente hay que dejar claro que no es lo mismo tratar una sepsis en un paciente recientemente ingresado en el hospital que en una persona que lleva mucho tiempo sin estar ingresada. Y es que si el paciente ha estado ingresado hace poco tiempo, el microorganismo causante suele ser más resistente, por lo que se utilizan antibióticos más potentes.
  • Corticoides: dado que la sepsis es una respuesta inflamatoria descontrolada del cuerpo humano ante una invasión por microorganismos extraños, en algunos estudios se propone utilizar fármacos antiinflamatorios como los esteroides, que aunque no son universalmente aceptados en el tratamiento de la sepsis, sí parecen aumentar la supervivencia en algunos pacientes.

Prevención de la sepsis

Es difícil predecir cuándo va a ocurrir una sepsis, por lo que resulta complicado prevenirla. A pesar de ello, sí se pueden tomar medidas que ayudan a reducir el riesgo de que ocurra, como son el correcto lavado de manos, cumplimentar un adecuado esquema de vacunación, y que los profesionales médicos tengan un especial cuidado a la hora de manipular vías intravenosas, sondas o drenajes, especialmente en pacientes con alto riesgo de desarrollarla


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